sábado, 29 de septiembre de 2012

Demonios

¿Sabes? Todos tenemos demonios. Unos muchos, otros pocos. Quería hoy hablarte del mío. No sé cómo se llama, ni de dónde viene. No sé cómo se llama, ni sé de dónde viene. No sé hace cuánto se queda en casa. A veces ni entiendo cuando me susurra al oído. Pero le temo. El miedo se apodera de mi cuando le siento cerca. Mi sonrisa desaparece, y en su lugar se implemnta una mueca de pavor. Sé muy bien que el problema no es sólo mío, que es característico de la raza humana. Algunos le llaman soledad, otros olvido.  Temo que en sus garras lleve a alguno de mis amigos. Aunque con éstas y otras líneas me encargaré -espero- de evitar eso. Pero, ¿Qué será de mi, que no plasmo mis alrededores? ¿Recordará alguien, acaso, al joven -o quizás anciano- que se esconde detrás de ésta pluma? Pena, dolor, miedo. Pero cada letra plasmada, cada mirada anhelada; cada simple mañana... me traen esperanza. Y la esperanza es, sin duda, la armadura del soñador

Luna llena.

Hay luna llena.

Es hermosa, como de costumbre. Blanca... No, más bien amarilla. Sí, hoy es amarilla. Y tiene un resplandor único, capaz de enamorar poetas y enloquecer artistas. Y los humanos, ciegos por las luces de sus casa, pasan de ella. Las nubes, envidiosas, intentan opacarla, ocultar al mundo sus serenas y bellas facciones. Y es entonces cuando la luna, triste, decide desvanecerse. La luna se cierra a los ojos humanos, que malagradecidos, la ignoran. Y por un par de semanas, desaparece la luna. Llora su tristeza en compañía de las estrellas, que brillan hermosas, pero no tanto como ella.  Y entonces, llora el poeta. La luna, conmovida, asoma la cabeza y pregunta tímida al bohemio qué disturba sus sueños. Responde el poeta que lo acongoja su ausencia. Pídele, con palabras no muy claras, que no lo abandone en las siguientes semanas. Piénsalo la luna, y da la oportunidad, a la raza humana, de contemplarla una vez más.