lunes, 5 de noviembre de 2012

Silencio


Oscuro como la noche es su cabello. Una sonrisa rota, una mirada ansiosa, desfila con gráciles movimientos. Busca una presa, pero no sabe que está siendo cazada. El cazador, la presa, ahora no hay diferencia. Él se abalanza sobre ella, quien hermosa, se halla a si misma sobresaltada. Una risa ahogada, se gira y lo abraza.

Él la contempla. Sus facciones hermosas lo llaman. Respira su aroma, y se acerca aún más a ella. Una pequeña caminata bajo las estrellas, la luna llena ilumina su camino. No existe nada más a su alrededor. Sólo ellos dos. Tras un rato caminando, se sientan en un claro. Él acaricia su cabello, ella se pierde en su mirar. Un poco nerviosos comienzan a charlar. Pero las palabras se desvanecen en el aire, y se reduce cada segundo el espacio entre ellos. Finalmente, ambos son uno. El universo entero ha dejado de existir, y sólo lo hacen ellos. Por unos segundos, no hay humanos cerca. No hay ningún tipo de problemas. Adiós al pasado y al futuro. Sólo ellos quedan. Sólo sus labios.

Él aferraba su cuerpo, como si en cualquier segundo ella fuera a desaparecer. Ella lo miraba, viéndolo inquieto disfrutaba. Tenía control sobre él. Era un juguete, si así lo deseaba. Pero no quería eso. Y el juguete era ahora su compañero. Su amigo. Su diario. Ambos miraron en los ojos ajenos, cuáles más inmersos. Los de ella, claros como el hielo. Los de él, negros como el cielo.

No había duda alguna, no quedarían más que preguntas en la noche oscura, y sentimientos en dos jóvenes corazones. Y entonces, se unieron de nuevo. Y se hizo el silencio.

sábado, 6 de octubre de 2012

¿Te apetece un café?

El calor característico de las noches de verano comenzaba a desaparecer, para dar paso a las corrientes nocturnas típicas del Otoño. El sol, sin embargo, aún no se había ocultado en el horizonte, y el ocaso daba un ambiente aún más romántico a la ya romántica ciudad de París. Un joven mira su reloj, que marca las siete cuarenta y cinco. Suspira y da un sorbo a su taza de café. Sobre su diario mira una mujer, en sus últimos días de adolescente o sus primeros de adulta. Tiene el cabello rubio, rizado y largo. Sentada con sus pies cruzados, reposa en estos lo que parece un cuaderno, y mueve con agilidad su mano derecha. Cada tanto, levanta su rostro. Tiene los ojos azules, la nariz algo chata y un rostro oval. Estaba vestida de negro de pies a cabeza. Sus miradas se encuentran y ambos sonríen. Ella lo está dibujando. Él escribe sobre ella.

Pasan los minutos, y el café debe cerrar. Los jóvenes se levantan, se miran una vez más. Él se acerca a ella, le saluda y se presenta. Su nombre, Jacques. Cabello negro, ojos verdes. Mandíbula marcada, un poco de barba.  Tal como era el dibujo. 

Los jóvenes caminan un rato juntos, cerca al río Sena, iluminados por los pocos rayos de sol que quedan y las farolas parisinas. En lo lejos se ve la famosa torre Eiffel. Una charla amena acompaña la caminata nocturna, y finalmente se separan. No vuelven a saber el uno del otro, hasta que, muchos años después, en una galería de arte, un famoso escritor se acerca a una famosa artista plástica. Jacques la reconoce de inmediato. Es Anne, la mujer que conociera años atrás en un café, y en quien basara a la protagonista de sus novelas. Anne reconoce a Jacques también, quien sirviese sin saberlo como modelo para su escultura más famosa. Una sonrisa, un apretón de manos. Una charla animada.  "¿Te apetece un café?" "Encantada".

sábado, 29 de septiembre de 2012

Demonios

¿Sabes? Todos tenemos demonios. Unos muchos, otros pocos. Quería hoy hablarte del mío. No sé cómo se llama, ni de dónde viene. No sé cómo se llama, ni sé de dónde viene. No sé hace cuánto se queda en casa. A veces ni entiendo cuando me susurra al oído. Pero le temo. El miedo se apodera de mi cuando le siento cerca. Mi sonrisa desaparece, y en su lugar se implemnta una mueca de pavor. Sé muy bien que el problema no es sólo mío, que es característico de la raza humana. Algunos le llaman soledad, otros olvido.  Temo que en sus garras lleve a alguno de mis amigos. Aunque con éstas y otras líneas me encargaré -espero- de evitar eso. Pero, ¿Qué será de mi, que no plasmo mis alrededores? ¿Recordará alguien, acaso, al joven -o quizás anciano- que se esconde detrás de ésta pluma? Pena, dolor, miedo. Pero cada letra plasmada, cada mirada anhelada; cada simple mañana... me traen esperanza. Y la esperanza es, sin duda, la armadura del soñador

Luna llena.

Hay luna llena.

Es hermosa, como de costumbre. Blanca... No, más bien amarilla. Sí, hoy es amarilla. Y tiene un resplandor único, capaz de enamorar poetas y enloquecer artistas. Y los humanos, ciegos por las luces de sus casa, pasan de ella. Las nubes, envidiosas, intentan opacarla, ocultar al mundo sus serenas y bellas facciones. Y es entonces cuando la luna, triste, decide desvanecerse. La luna se cierra a los ojos humanos, que malagradecidos, la ignoran. Y por un par de semanas, desaparece la luna. Llora su tristeza en compañía de las estrellas, que brillan hermosas, pero no tanto como ella.  Y entonces, llora el poeta. La luna, conmovida, asoma la cabeza y pregunta tímida al bohemio qué disturba sus sueños. Responde el poeta que lo acongoja su ausencia. Pídele, con palabras no muy claras, que no lo abandone en las siguientes semanas. Piénsalo la luna, y da la oportunidad, a la raza humana, de contemplarla una vez más.

sábado, 11 de agosto de 2012

Ink (1)

White canvas, black ink.
 Your name is tattooed on every page.
Words, falling down as fast as a blink,
Clouds over my heart as I age.

 Nothing clear, just some thoughts
Despair written all over my face
Where have you gone?
I want to feel you again.

 And those words that fell down
Now are as scarce as diamonds
Hidden within your eyes
Thoughts that make them shine

 And make it all bright
 And once more makes sun rise
But woe, I’ve screwed it up
And now I can’t see any star

martes, 10 de abril de 2012

Sorpresa!

Detestables estrellas iluminan el alba
Y con la aurora se desvanece la esperanza
Que poseen las tinieblas de poseer el alma
De una persona tan esforzada

Que destila belleza, me han dicho
Y no pongo eso en duda, después de haberla visto
Quizá no sepa todo, por no ser muy conocido
Aunque espero haberle servido

Y, aunque tonto parezca
Que mi ayuda te ofrezca,
Te ofrezco también un poema,
Para que siempre te de fuerzas.

Recuerda que siempre estaré ahí
Tu amigo, David.