martes, 24 de febrero de 2015

Clara

¿Sabes? Sé perfectamente que nunca leerás esto. O que si lo haces, no será pronto. De eso estoy seguro porque rara vez cruzamos palabras, aún si cada día que pasa se nos hace más común ese intercambio lejano de aliento sonoro. No sólo eso, sino que, realmente, no nos conocemos. Compartimos un par de horas a la semana,  sabemos el nombre del otro… y ya.

Pero ¿sabes? Tienes la que es, quizás, la sonrisa más hermosa que he visto, si no en mi vida, sí en los últimos años. Y mira que veo muchas sonrisas. Pero eso ya lo sabías. Sabes, al igual que muchos otros, que disfruto mucho de ver distintas sonrisas. La tuya, la de Valentina, la de las Susana, las de Camila, y las de Andrés, Carlos, y Federico –por darte alguno que otro nombre-. Sabes que me encanta ver sonrisas, porque me encanta ver la tuya. Y me encanta cómo te desesperas, sin entender bien por qué te pido que sonrías.

Porque tu sonrisa es, sin lugar a dudas, especial. No sólo por cómo encaja en tu rostro, que lo hace de maravilla, sino porque brilla. Y no como un anuncio de cualquier producto recomendado por nueve de cada diez dentistas. Brilla con un resplandor propio de las maravillas desconocidas. Delicada pero completa, un reflejo de ti.


Sé que no leerás esto. No me importa. Quería escribirte de tu sonrisa. Y acá está. Si de por sí eres bonita, sonriente eres hermosa. 

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