Pasan los minutos, y el café debe cerrar. Los jóvenes se levantan, se miran una vez más. Él se acerca a ella, le saluda y se presenta. Su nombre, Jacques. Cabello negro, ojos verdes. Mandíbula marcada, un poco de barba. Tal como era el dibujo.
Los jóvenes caminan un rato juntos, cerca al río Sena, iluminados por los pocos rayos de sol que quedan y las farolas parisinas. En lo lejos se ve la famosa torre Eiffel. Una charla amena acompaña la caminata nocturna, y finalmente se separan. No vuelven a saber el uno del otro, hasta que, muchos años después, en una galería de arte, un famoso escritor se acerca a una famosa artista plástica. Jacques la reconoce de inmediato. Es Anne, la mujer que conociera años atrás en un café, y en quien basara a la protagonista de sus novelas. Anne reconoce a Jacques también, quien sirviese sin saberlo como modelo para su escultura más famosa. Una sonrisa, un apretón de manos. Una charla animada. "¿Te apetece un café?" "Encantada".
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