sábado, 29 de septiembre de 2012

Luna llena.

Hay luna llena.

Es hermosa, como de costumbre. Blanca... No, más bien amarilla. Sí, hoy es amarilla. Y tiene un resplandor único, capaz de enamorar poetas y enloquecer artistas. Y los humanos, ciegos por las luces de sus casa, pasan de ella. Las nubes, envidiosas, intentan opacarla, ocultar al mundo sus serenas y bellas facciones. Y es entonces cuando la luna, triste, decide desvanecerse. La luna se cierra a los ojos humanos, que malagradecidos, la ignoran. Y por un par de semanas, desaparece la luna. Llora su tristeza en compañía de las estrellas, que brillan hermosas, pero no tanto como ella.  Y entonces, llora el poeta. La luna, conmovida, asoma la cabeza y pregunta tímida al bohemio qué disturba sus sueños. Responde el poeta que lo acongoja su ausencia. Pídele, con palabras no muy claras, que no lo abandone en las siguientes semanas. Piénsalo la luna, y da la oportunidad, a la raza humana, de contemplarla una vez más.

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