Las gotas de lluvia que caían en la calle resonaban en sus oídos y golpeaban en su ventana con singular intensidad. De la misma forma, cada gotita estallaba en su mente un recuerdo, y con cada recuerdo, derramaba una lágrima.
“Quédate”, le había suplicado. Ella sólo había sonreído. Una sonrisa lastimera, de esas que decían “confórmate”. Y se había ido. De la misma forma como había entrado en su vida, había desaparecido. Un mero accidente. Habían chocado en el pasillo de la facultad, ella era nueva y él también. Un par de voces nerviosas se disculparon, y presentaron. Ambos iban a la misma clase. Recogieron sus cuadernos, y se fueron juntos.
Con el paso del tiempo se fueron acercando. Pasaron de un compañerismo a una amistad que fue cerrándose poco a poco. Estaban jugando un juego, en el que perdía quien se enamorara primero. Y él perdió. Un año tras haberla conocido, decidió preguntarle si querría salir con él, como pareja. Ella, tras meditarlo por un momento, decidió aceptar. Y comenzaron así una historia de ensueño.
Día a día, una sorpresa distinta. Pasaron las semanas, que se hicieron meses. Pasaron los meses, y pasó un año. Y en su aniversario, salieron a caminar un rato. Pasearon por el parque, como lo hicieran semanas antes. Y él la llevó a un restaurante, uno bastante elegante. Cenaron y tras un año, se contemplaron. Ambos, más viejos y cansados, una sonrisa de aprobación esbozaron. “La belleza aumenta con los años” dijo él. Ella rio y un beso en sus labios depositó. Una vez terminaron, salieron al parque. A caminar y descansar, estrellas observar. Caminaron sin rumbo alguno un largo rato, y al dirigirse a su hogar, un descuido resultó fatal.
Un conductor borracho, un par de muchachos. Un golpe, un grito desesperado. La llamó por su nombre muchas veces mientras esperaban la ambulancia. El conductor estaba muerto, a ella aún le quedaba algo de tiempo.
“Quédate”, le suplicó. Ella sonrió y con su mano el rostro preocupado tocó. Una última sonrisa esbozó, y con un suspiro exhaló.
Así como había entrado había salido, por un mero accidente. El joven dejó caer una lágrima sobre la fotografía de la única persona que había amado en su vida.
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