jueves, 2 de enero de 2025

Inocencia interrumpida

No recuerdo bien cómo comenzó el juego. Seguro fue entre risas. Seguro fue por la emoción de saber que era algo incorrecto... aunque inofensivo. 

Era, al final del día, un chapuzón en la fantasía. En el reino de las posibilidades infinitas, con mínimas consecuencias. Era sentir el deseo, sumergir los pies en él, quizá. Dejarse llevar un poquito por la corriente. Era sentir el agua del mar llegando hasta ti por el oleaje, refrescarte con ella, disfrutar la sensación, sin temor alguno a ahogarte. 

Me gustaba el sonido de tu voz. Escucharla, cuando me dejabas. Imaginarla, cuando no lo hacías. Me gustaba cómo se cortaba. Cómo poco a poco suspirabas, mordiéndote los labios, tratando de mantener el silencio.

Ha pasado mucho tiempo, y ya no recuerdo tu olor. Recuerdo tus risas. Tu cabello. Tu llanto. A veces, como hoy, recuerdo tu cuerpo. Recuerdo nuestra inocencia interrumpida. 

Recuerdo cómo me pedías que te contara qué quería. Que narrara cómo, en un mundo onírico y etéreo, recorría tu piel con mis manos y probaba cada centímetro de ti. Que dijera cómo sentía tu piel en mis dedos, y cómo me perdía en tus curvas y en tu sabor. Cómo te estremecías con cada hálito, con cada instante en mis manos. Querías que describiera cada movimiento, cada espasmo, cada posición. A veces, creo, querías que fuera real.

Recuerdo que soñamos. Un sueño inofensivo, un sueño que no nos atrevíamos a llevar a la realidad. Un sueño causante de insomnio, de distracción, y de mil cosas más. 

Contigo cualquier noche era un riesgo. La incertidumbre de si Morfeo llegaría a tiempo, o si, por el contrario, Eros nos pediría que practicáramos promesas para usar en un futuro. Nunca entre nosotros. 

A veces, me otorgabas la gracia de la inspiración. Los pixeles en mi pantalla tomaban la forma de tu cuerpo, y cada engranaje de mi mente tenía una nueva misión: crear cuanta forma de satisfacerte encontrara. Quiero mentir y decirte que grabé a fuego cada momento, y quizás, el que te escriba ahora es el ejemplo de eso, pero he olvidado mucho de tu cuerpo. Olvidé cómo caían tus senos (pero no lo poquito que te gustaban) y cómo se veía tu cadera desnuda. acaso cubierta, esporádicamente, con una toalla. Pero en ese momento, cada segundo era importante, cada palabra era urgente, cada mensaje, esperanzador.

Soñábamos, por unos minutos apenas, con el otro. Miento, no con el otro. Con el placer del deseo ajeno, con la adrenalina, con el descaro, y, sobre todo, con la emoción.

Hace poco recordé todo esto. Recordé mis privilegios. Recordé todo aquello que compartías conmigo y que ya no lo haces. Pero recordé el acto de descaro más insoportable al que me he enfrentado, y que casi diez años más tarde sigo recordando.

Sabe Dios, porque no hay humano vivo que sepa, qué te poseyó para jugar así conmigo. Si te estabas desquitando, o estabas continuando con nuestra sesión de la noche anterior; o si simplemente lo hiciste por el orgullo de un depredador que caza su presa despreocupada: porque puede, y se le antoja. Puedo imaginar tu sonrisa felina cuando, después de una leve ponderación, tomaste la decisión pensando en cómo reaccionaría yo. Puedo imaginar cómo relamías tus labios mientras grababas cómo se deslizaban tu mano por tu pecho, lentamente, en dirección a tu vientre; cómo separabas con una parsimonia exasperante tus piernas y dejabas que tus dedos acariciaran todo cuanto no estaba en la cámara, antes de desaparecer, dejando cualquier noción de decencia y de artimaña por fuera. Sabías que reaccionaría. Sabías cómo reaccionaría, sospecho. Probablemente me imaginaste desesperado, mordiéndome los labios, y escondiendo entre mis piernas la evidencia de mi distracción durante clase. 

Tanto sabías qué hacías que, antes de ducharte, después de haber jugado conmigo como juega un minino con su estambre, me invitaste a ser partícipe de ti. Lo hiciste, justamente, ese día que no podía ir a verte. Ese es quizá mi único arrepentimiento.

No soy un santo. Diez años después recuerdo el momento, la sensación; las conversaciones y el deseo. Cuando diste el paso y rompiste la barrera de la fantasía, invitándome a desconocer cualquier código que pude haber tenido, encontré nuestro juego (¿realmente lo era?) peligroso. La adrenalina del recuerdo es suficiente, pero cómo me encantaría, así como recuerdo mis sueños, recordar contigo ese momento, y, si se pudiera, ya no interrumpir sino destrozar cualquier trazo de inocencia que permanezca entre nosotros.

Sabe Dios que me alegro por tu felicidad, y deseo, firme y constantemente, que sigas siendo feliz. Pero a veces, sólo a veces, deseo tener de vuelta la versión de ti de inocencia interrumpida. Y, si no se ha ido, querría pedirle que vuelva a jugar conmigo.



miércoles, 31 de julio de 2024

Déjame ser egoísta, Señor.

 Déjame ser egoísta, Señor, y morir antes que mis amigos.

Que mis padres no me entierren, señor, ni entierre yo a mis hijos. 

Que en mi tumba caigan lágrimas de todos quienes me quieren hoy, y me querrán mañana, pero que cada una sea un agradecimiento al tiempo que compartimos y no un testimonio de mi ausencia.

Que abunden las flores y la música, y en mi honor canten, bailen y coman como siempre me ha gustado verles.

Déjame ser egoísta, Señor, y pedirte una vida larga, para que cuando muera sea un motivo de reunión para aquellos que están lejos, y que lleguen de todos los lugares del mundo. Que si estoy lejos del Caribe, en sus olas descanse un lirio o un girasol.

Déjame ser egoísta, Señor, y pedirte que si estoy entre mis montañas haya una noche clara y se vean las estrellas. Que en el cielo brille al menos una luz en mi honor, y sea esa la señal que alguien necesita para cambiar el mundo.

Déjame ser egoísta, Señor, y no sufrir la pérdida de mis amigos.

Que no sea yo quien deba dar sus elogios fúnebres. Que no sea mi deber recordarles cómo sonreían, o cómo sus voces sonaban al verano de la ciudad. 

Que en mis manos no recaiga, Señor, criar a sus hijos y mis ahijados, darles el amor que sólo ellos pudieron darle.

Que pueda evitar, Señor, el dolor propio y ajeno de una familia desgarrada por la partida de un ser querido.

Entonces, Señor, por favor: Déjame ser egoísta, y morir antes que mis amigos. 

martes, 12 de noviembre de 2019

Comodín

Después de mucho pensarlo, por fin entendí porqué me suenas así.

Por qué tus ojos se me hacían conocidos; tu piel, tersa, incómoda; tus labios tentadores, y tu figura, inquietante.

Después de mucho pensarlo entendí porqué suenas grunge. Porqué suenas a Cobain y a Vedder mientras hueles a fresa sintética.

Entendí cada motivo, cada circunstancia que llevó a eso. Vi a través del espejismo.

Lo más curioso es que tuve que adentrarme en esa supuesta esencia para verlo. Tuve que navegar y ser engatusado por las sirenas en tus curvas.

Por fin entendí que suenas a grunge porque eres un comodín. Porque entendí que en ti no te veía a ti, sino a ella. A ella, con sus labios gruesos y hermosos, su cabello castaño, su sonrisa angelical, sus ojos, con ese color mágico que variaba entre el cedro y el nogal, su voz gruesa y su actitud coqueta e inocente. Con esa estética que tanto te gustaba. Lo-li-ta.

El carmesí del labial y el olor a café, la delicadeza de su piel, segunda solo a la del viento gentil, su risa cautivadora y su cuerpo hipnótico... cómo no iba yo a enamorarme, si era todo lo que mi corazón adolescente podía querer.

Ella era eso, y tú, un buen comodín cuando ella no estaba.

Porque no son tus labios los suyos, los que me cautivaran y en cuyas comisuras me perdiera, no es tu cabello el suyo, que brillaba y bailaba con el sol, ni es tuya su sonrisa, ni su encanto natural, ni sus ojos multicolor. Porque tú no eres ella, porque ella fue perfecta para mi corazón adolescente; porque tú no eres ella pero sí te asemejas...

Por eso suenas a todo eso que sonaba ella...

Porque ahora, que ella no está, estás tú, y necesito un comodín.

martes, 23 de abril de 2019

Esperanza. Decepción.

La esperanza, dicen, no es más que la decepción pospuesta. Si eso es verdad, entonces decepciónate de una vez: Así soy yo. Estoy lejos de ser el príncipe azul de ensueño. Estoy muy lejos y cada vez me alejo más. Está bien, yo también estoy cansado de cazar estrellas fugaces. Me cansé de perseguir esperanzas vacuas, de perseguir espejismos en el desierto, de... de cazar una utopía. De ti, en tu imagen de perfección. De mí, en la de un pobre tonto. Ni tú eres perfecta, ni yo soy tan poco. Entonces decpecionémonos, ¡pero ya!

Decepciónate de mis ojos, que no son azules. De mi cabello, que se retira prematuramente. De mis dedos, que no son tan suaves como quisieras. Decepciónate de mis chistes malos,  de mi mal japonés y mi curioso italiano. Decepciónate de que no siempre sea racional con mis decisiones, de que prefiera dos a cuatro ruedas. De mi afición por la comida y de mi desprecio a muchos cineastas. Decepciónate, por favor. Yo haré lo propio. Diré que eres caprichosa, que tardas mucho en estar lista. Que nunca te conformas y que eres mimada. Diré que tu acento es extraño. Tu cabello se quedará aquí, allá, y en dónde no. Tu gusto por la cerveza hará que yo no pueda tomar —alguien tiene que llevarte a casa, ¿verdad?—, y tu gusto por el billar en más de un problema nos va a meter.

Decepciónate. Hazlo pronto. No soy tan bueno como dicen. Pero soy mejor de lo que creo. Y confío en que, después de decepcionarte, lograrás enamorarte.

Enamorarte de mis ojos, cafés como un roble cuando el sol golpea, y un espejo negro perfecto cuando no. Enamórate de mi cabello, que conserva su color único. De mis manos pequeñas y mis dedos ágiles, así como de mis pecas tímidas. De mi pasión por los idiomas. De que sea apasionado y no siempre quiera ser lógico. De que esté dispuesto a tomar riesgos y vivir más. De que me encanten las nuevas experiencias y que no soporte los clichés o sea capaz de señalarlos. Yo haré lo propio. Diré que eres selectiva, que te tomas tu tiempo para sentirte —aún más— bonita. Que eres exigente y que te gusta recibir cariño. Diré que tienes un acento único, y que en cada cabello suelto hay un pedacito de ti que me gusta tener cerca. Que no me guste el sabor del licor será la excusa perfecta: tomas tú y te llevo yo; y si hay problemas por usar una mesa de billar, a lo mejor no es un sitio para regresar.

Decepciónate antes. Después, podrás amar.

jueves, 25 de enero de 2018

A ti, que siempre te leo



Está bien, lo admito. Te deseo. No quiero, pero te deseo. Cada fibra de mi ser vibra de una manera desesperada cuando me miras. Deseo.

Sí, es eso, es deseo.

Es probar tus labios, saborearlos, tenerte en mis brazos… es poner mis manos en tu cabello, en tu cintura y en tus nalgas. Sentir tus dientes en mi boca, aferrándose desesperados, mientras mis manos…

Despojarte de tu ropa dejó de ser una mera opción. Ahora es una necesidad. Ver caer cada prenda, sea suave como tu piel, áspera como mis manos, o delicada como tu voz…

Sucumbir al calor, a la penumbra, a la lujuria. Que las palabras se vean remplazadas por gemidos, suspiros, gruñidos; el silencio invadido por la respiración agitada y entrecortada, el sudor empapando incluso el alma…

Sí, te deseo.

Sueño con tu cuerpo desnudo, duerma o esté despierto, con tu piel lívida expuesta, tus senos…
Tu belleza, expuesta más allá de tu piel, complementada por esta…

La idea de tenerte, vulnerable, delicada, bajo mis manos, junto a mi piel; de ser uno por un momento siquiera, de dejarse llevar…

Sí, te deseo.

A ti, que siempre te leo.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Think of me

Think of me
Think of me fondly
When we've said goodbye
Remember me
Once in a while
Please promise me you'll try



Sostenía una carta manuscrita con una caligrafía impecable, plasmada en un papel de aspecto añejo, la tinta negra siendo atacada ferozmente por las lágrimas que escapaban de su rostro y se abalanzaban hacia las letras indefensas. Las manchas de café en las esquians de la hoja solo reforzaban el dolor que sentía.


Con el dorso de su mano trató de limpiar su rostro. A lo lejos, un relámpago iluminaba el cielo de media tarde, y pocos segundos después, vino el trueno.

En su mano izquierda, debajo del papel amarillento, había uno lívido, con letras impresas. Un saludo formal, y un logotipo con un escudo de armas bastaban para informar que no serían buenas noticias.

Habían entregado las cartas juntas.


Recall those days
Look back on all those times
Think of the things we'll never do
There will never be a day
When I won't think of you



 Ella nunca entendió su decisión. Nunca la aceptó. Eso no cambió el resultado. Pensó en todas las promesas, las lágrimas, las alegrías, los regalos, en todo lo que paso´en su relación. En que nada lograba cambiar sus opiniones. Ni siquiera el amor profundo que sentían el uno por el otro.

Otro relámpago, otro trueno.

No tenía que leer la carta blanca para saber qué decía. Pero sentía la necesidad de hacerlo. De entender por qué ella. Por qué a ella, específicamente.


Flowers fade
The fruits of summer fade
They have their seasons
So do we
But please promise me that sometimes
You will think of me



Un último trueno, y una rápida sucesión de gotas gigantes y  gélidas cayeron sobre la calle, y sobre ella. Miró al cielo, desconsolada. Entendió que lloraba con ella.

Buscó un techo bajo el cual refugiarse, abrió la carta blanca, y confirmó sus sospechas.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Después de ti, ninguna.

Después de ti, tantas
Como tú, ninguna
Ni su cabello, ni su piel
Ni sus labios
Menos
Su actitud.

De las tantas bocas que he probado
Solo una se parece
Por la pasión
Con que mueve sus labios

Después de ti, tantas
Como tú, ninguna
-Ni más faltaba-
Quizá sea mejor así
Que te quedes
En la distancia
Bien, bien lejos de aquí
Muy lejos de casa.

Después de ti, tantas.
Como tú, ninguna.
Ni su cabello, ni su piel
Ni sus labios.
Menos
Mi actitud.