Déjame ser egoísta, Señor, y morir antes que mis amigos.
Que mis padres no me entierren, señor, ni entierre yo a mis hijos.
Que en mi tumba caigan lágrimas de todos quienes me quieren hoy, y me querrán mañana, pero que cada una sea un agradecimiento al tiempo que compartimos y no un testimonio de mi ausencia.
Que abunden las flores y la música, y en mi honor canten, bailen y coman como siempre me ha gustado verles.
Déjame ser egoísta, Señor, y pedirte una vida larga, para que cuando muera sea un motivo de reunión para aquellos que están lejos, y que lleguen de todos los lugares del mundo. Que si estoy lejos del Caribe, en sus olas descanse un lirio o un girasol.
Déjame ser egoísta, Señor, y pedirte que si estoy entre mis montañas haya una noche clara y se vean las estrellas. Que en el cielo brille al menos una luz en mi honor, y sea esa la señal que alguien necesita para cambiar el mundo.
Déjame ser egoísta, Señor, y no sufrir la pérdida de mis amigos.
Que no sea yo quien deba dar sus elogios fúnebres. Que no sea mi deber recordarles cómo sonreían, o cómo sus voces sonaban al verano de la ciudad.
Que en mis manos no recaiga, Señor, criar a sus hijos y mis ahijados, darles el amor que sólo ellos pudieron darle.
Que pueda evitar, Señor, el dolor propio y ajeno de una familia desgarrada por la partida de un ser querido.
Entonces, Señor, por favor: Déjame ser egoísta, y morir antes que mis amigos.